Hay pocas cosas
mejores que viajar, si hay alguna… Conocer lugares nuevos, desconectar y tener
como únicas preocupaciones qué exposiciones vamos a ver, dónde ir a cenar y no
olvidar hacer el checking online.
Nuestros días en Milán
fueron estupendos; yo ya había estado, pero de paso, y en esta ocasión pude
disfrutar de la ciudad durante unos días. No es la ciudad más bonita de Italia
(habiendo vivido un año en Roma me cuesta ser objetiva), pero tiene muchas ventajas
que más al sur de Italia brillan por su ausencia: limpieza y orden. También comparte ventajas con otras ciudades italianas: el arte, la
arquitectura y la gastronomía, una tentación constante. Y características en las que destaca sobre las demás, tan europea y rebosante de
diseño y de moda, cada pequeña tienda, cada restaurante es un rincón fabuloso
que merece la pena visitar. Y la calle es una pasarela, aunque París sigue
siendo mi ciudad favorita para observar el streetstyle, Milán le sigue de
cerca.
Llegar sobrevolando
los Alpes.
Nos quedamos en el NH GranHotel Verdi, en esta preciosa habitación, llena de luz y con un vestidor que me
encantaría tener en mi casa.
Pasamos por la MaisonMoschino, una estación de tren reconvertida en hotel que desprende la esencia
de la firma en cada detalle.
Una visita
imprescindible: 10 Corso Como. Un lugar especial, creado por la ex editora de
moda Carla Sozzani, y que trata de emular un editorial, lo más parecido a
sumergirte en las páginas del Vogue y disfrutar
tocando y probándote lo último, lo más de lo más en moda, diseño, arte, música,
gastronomía y estilo de vida.
Un concepto
completamente novedoso en venta al por
menor, y una forma de presentar el arte equiparado al estilo, una manera de
unir la cultura y el comercio. Como nos resistíamos a abandonar este lugar tan
especial nos quedamos a comer y mereció la pena.
También
imprescindibles los iconos arquitectónicos de la ciudad, esos que nos llevamos
en las fotos, que todos los turistas visitamos sin excepción.
Il Duomo, la catedral de Milán,
construcción dedicada a Santa María Nascente es uno de los edificios más
famosos y complejos del mundo, mezcla de gótico tardío, gótico francés y
renacimiento.
Merece la pena subir a sus tejados y verlo desde otra perspectiva.
La Pinacoteca de Brera,
en mi opinión bastante decepcionante, buenas obras de arte en general mal
conservadas.
La Galería de Vittorio
Emanuelle. Una construcción típca del siglo XIX, en la que destaca el espacio central rematado
en una espectacular cúpula de cristal y ocupada en toda su superficie por cafés y boutiques de las mejores firmas.
Entre ellas la de Prada, mostrando algunas de las tendencias de este otoño.
También la tienda de
Borsalino, creadores de los sombreros de fieltro, que tomaron su nombre.
Y en el centro, si
eres capaz de dejar de mirar hacia arriba y hacia los lados, en el suelo
encontramos el toro de la foto, al que por tradición hay que pisar cierta parte
y girar tres veces sobre ti mismo pidiendo un deseo.
La Scala, uno de los
teatros de ópera más famosos del mundo.
Tras visitar lo más imprescindible,
puedes callejear, ver exposiciones y escaparates. En uno de ellos me
enamoré de las bailarinas joya de Emma Hope.
Una de las mejores
tradiciones italianas es el Aperitivo, una excusa como otra cualquiera para
comer y beber (no siempre en ese orden).
El primero del viaje
nos lo tomamos en Aperol, tres Sprizt (cava+Aperol+soda) con vistas al Duomo.
Nuevo día, para empezar
bien un desayuno no muy italiano pero delicioso en California Bakery: Cupcakes,
brownies y brioches recién hechos.
Tras cargar las pilas,
paseo por Navigli. Los sábados se puede disfrutar de un mercadillo con
artículos vintage, libros y antigüedades a orillas de los canales.
Aunque en España no se
ve tanto, en uno de los comercios de Navigli
encontramos este bodegón del maravilloso aceite seco de Nuxe.
Tuvimos que acercarnos
a una de mis tiendas favoritas, Brandy & Melville, que descubrí en Roma y que
busco muchas veces en mis viajes ya que no la tengo en Madrid. Lo que más me
gusta son sus jerséis de algodón oversize en todos los colores.
Otro escaparate de
otra marca italiana, el de las clásicas zapatillas Superga. No me decidí a
comprarme unas durante el viaje, pero es probable que lo haga pronto, cada vez
me gustan más.
Una de las muchas
galerías de arte y diseño milanesas, la Kerakoll Design Gallery.
Au nom de la rose. Una floristería que sólo realiza creaciones
con rosas, la especialización es la clave del éxito.
Comida en La
Rinascente, otra vez terraza con vistas al Duomo, aunque tardas en llegar
arriba, porque miles de estímulos te distraen según vas subiendo escaleras
mecánicas.
&OtherStories, la
nueva creación del grupo H&M, que me moría por conocer y que me encantó por
sus diseños originales y su sección de cosmética.
Por la tarde visitamos
el Museo del Novecento para ver la exposición
Andy Warhol, que es todo lo que se puede esperar de una exposición de Warhol.
Y
después dimos una vuelta por la colección permanente, mejor aún que la
exposición, con cuadros de Picasso, Mondrian, Matisse o Kandinsky.
Otro aperitivo que
merece la pena visitar, Roialto, con un enorme buffet, buen ambiente y poca luz
y en la azotea una terraza muy agradable si el tiempo acompaña.
Termino este
interminable post, con lo más impresionante que vi en este viaje, aunque en la
foto no se aprecia bien. Un trampantojo de Bramante en Santa María presso San
Satiro, que el arquitecto creó para dar sensación de profundidad, en un espacio
que no la tenía. Desde el fondo aparenta una gran profundidad y al acercarte es
prácticamente plano, de verdad merece la pena.
Otra de las cosas
buenas de viajar es la cantidad de buenos recuerdos que ya te acompañan siempre. Ci vediamo presto! :) ♥